DE INTERÉS | COQUIMAROLA: LA HERENCIA DEL CHAMAMÉ, EL CORAZÓN DE CORRIENTES

DE INTERÉS | COQUIMAROLA: LA HERENCIA DEL CHAMAMÉ, EL CORAZÓN DE CORRIENTES

En el marco del Día Nacional del Chamamé, tuvimos la oportunidad de charlar con Coquimarola, hijo del icónico músico Mario del Tránsito Cocomarola, quien ha dedicado su vida a honrar el legado paterno y la rica tradición del chamamé. Este año marca un hito especial, ya que se cumple medio siglo de la partida de su padre, un momento que despierta sentimientos encontrados en su corazón.

Al principio, cuando comenzamos a conmemorar a mi papá, lo hacíamos en familia. Con el tiempo, la celebración del chamamé ha crecido enormemente, especialmente ahora que el municipio de Corrientes ha declarado la semana del Chamamé, del 9 al 19 de septiembre, como un periodo de homenaje y festividades”, comentó Coqui. La importancia de esta música trasciende las generaciones, y su evolución ha estado marcada por la dedicación de músicos que, como su padre, aportaron su talento y creatividad en un contexto donde las comunicaciones eran limitadas.

 

 

LA INFLUENCIA DE LA TECNOLOGÍA

“Los músicos que tocaban en fiestas y reuniones familiares han mantenido viva la emoción del chamamé. Hoy, jóvenes de distintas edades se acercan a conocer y disfrutar nuestra música, algo que me llena de satisfacción”, destacó. A través de las redes sociales y el acceso a nuevas tecnologías, el chamamé ha encontrado un espacio para expandirse, llegando a nuevas audiencias y revitalizando su esencia.

El día del homenaje también tiene un trasfondo emotivo, ya que coincide con la fecha de la partida de su padre. “Hace cincuenta años, inauguramos un monumento en su honor y comenzamos a celebrar su legado. Aunque al principio era un homenaje cargado de tristeza, hoy lo veo como una celebración de su música”, reflexionó.

 

 

EL LEGADO DE COCOMAROLA

Coqui explicó cómo su padre, en la década del cuarenta, comenzó a estructurar el chamamé, creando una forma reconocible que aún se toca hoy. Él no solo fue un gran músico, sino que también definió el estilo que ahora todos conocemos. Su creatividad y talento fueron fundamentales para establecer lo que es el chamamé en la actualidad. Sin querer, él fue quizás marcando su estilo y fue organizando la forma en que hoy continúa. Desde una condición innata, tenía noción de lo que estaba haciendo pero que brotaba de él. Y así ordenó en la introducción, primera parte, el contracanto, segunda parte, estribillo y el final. Entonces, el chamamé se entendió y hasta ahora, se toca así. Y luego la innovación, porque lo primero que papá tocó fue acordeón y después impulsó el bandoneón, que tenía unos pequeños conocimientos. Y cuando se incorpora al bandoneón al chamamé, fue como poner ahora una trompeta, o sea decían pero qué es esto, ya que estaba identificado el bandoneón con el tango. Pero después, despacito, la inspiración de él fue creciendo e impuso el bandoneón, sin darse cuenta, expresó con orgullo.

 

 

EL INICIO DE COQUI

“Todo comenzó sin darme cuenta” recuerda un tanto sentimental en este día particular, “nosotros teníamos una casita, un galponcito de techo de cartón, y no lo cuento para que me digan «angá el pobrecito», sino porque era la realidad de cómo vivíamos nosotros. Pero un día las cosas empezaron a andar un poquito mejor y mi papá hizo una casita de madera, por la avenida tres de abril. Y entonces inauguró la casa; vinieron Montiel con su conjunto, Blasito, Cacho Saucedo. También Armando Lenin, Américo Belloto (el director artístico de donde papá grababa, en Philips) a la fiesta porque él lo invitó. Tocó Montiel, tocó papá, ahí en la inauguración. Y por ahí me dice la mujer de Ernesto Montiel, (Juana Noto de Montiel, una señora tipo italiana, grandota, alta) Coquito, «me decían así normalmente para diferenciarme de Coco» tocá un chamamé. Yo ya tocaba, pero sabía tres o cuatro temas nomas. Y toqué ese día y ahí el director artístico de Philips le dice a mi papá: «qué lindo estaría hacerle grabar a tu hijo unos temas». Papá no me dijo nada, pero le contó a mamá y ella me cuenta después a mí, porque así era la comunicación familiar antes. Y a mí me encantó la idea. Grabamos cuatro temas, de eso me acuerdo y que vino Avelino Flores a acompañarme. Avelino era un avión a chorro y yo era un triciclo al lado de él, me llevó alzado, estaba en pleno apogeo con Avelino Flores… y de ahí, cuando me di cuenta ya estaba arriba de los escenarios tocando. Pero mi mamá guardaba el día que yo empecé por primera vez, tenía catorce años y medio cuando toqué en Resistencia, en la pista El Dorado en el mes de octubre hace sesenta y tres años, así que ese tiempo hace que no dejo de tocar y de tener un acordeón en mi regazo” mencionó.

 

 

UN CAMINO PROPIO

Al hablar de su propio camino musical, Coquimarola se mostró honesto sobre los desafíos de vivir a la sombra de un gran legado. Esta búsqueda de identidad musical ha sido un camino desafiante, pero gratificante. “A menudo, la gente me compara con mi padre. He tratado de hacer mi propia música, pero siempre hay esa expectativa. Mi intención es crear algo único, mientras honro su legado”, afirmó. Esta búsqueda de identidad musical ha sido un camino desafiante, pero gratificante.

El diálogo también giró en torno a su hijo, Gabriel, quien sigue los pasos de su padre y abuelo. “Gabriel y yo somos amigos, pero en el tema de la música es un poco complicado. Él tiene su propio estilo, y a pesar de la comparación, cada uno trata de aportar algo distinto”. Sin embargo, Coqui resalta una característica especial de su hijo para con algunas piezas del cancionero familiar, “él siente que tiene que abrirse un poco más, entonces empieza a poner acordes y a hacer el chamamé que él siente de esa manera. Eso de cambiar las cosas del abuelo con otras que él siente, te abre todo el panorama musical, y eso es importante, porque es un aporte para nosotros”, concluyó.

 

 

LA DUALIDAD DE LA VIDA MUSICAL

Reflexionando sobre la vida de un músico, Coquimarola compartió las realidades del éxito y el fracaso en el mundo del arte. "La música tiene sus altibajos, y eso es parte de la vida, pero hay que ser un agradecido. El momento mágico, de estar arriba en un escenario y que la gente le entre en euforia, termina y chau. Seguís sufriendo, sintiendo, si no es gula tenés frío o tenés calor, todo nos puede pasar, a todos", dijo. Esta honestidad sobre las luchas y alegrías del oficio resuena con muchos en la comunidad musical, que enfrentan desafíos similares.

 

 

EL CHAMAMÉ, PATRIMONIO CULTURAL

Finalmente, Coquimarola subrayó que el chamamé es más que un estilo musical; es un patrimonio cultural que une a generaciones, “y también se le debe a la gente; que anda tocando en los cumpleaños, bautismos, casamientos, allá, lejos, en cualquier parte de nuestra región país, ellos mantienen viva la emoción de escuchar un chamamé, que tiene su cumpleaños en este día. Y eso es lo que verdaderamente importa", afirmó, haciendo hincapié en el valor de celebrar y preservar esta rica tradición. Su compromiso con el género es un testimonio de su amor por la música y la cultura correntina.

 

A medida que el chamamé continúa su viaje, es evidente que el legado de Mario del Tránsito Cocomarola sigue vivo en las notas de su música, en los corazones de quienes lo escuchan y en la pasión de aquellos que, como su hijo, se dedican a mantener viva la tradición.