UN AÑO SIN LOAN. SILENCIO, IMPUNIDAD Y UNA PLAZA QUE TODAVÍA GRITA
Pasó un año. Doce meses de preguntas sin respuestas, de investigaciones sin rumbo, de teorías lanzadas al aire como carnada, mientras un pueblo entero y una familia, siguen buscando a un niño. Loan Peña desapareció tras un almuerzo familiar en 9 de Julio, Corrientes. Desde entonces, lo único que ha crecido es la indignación. La incertidumbre se ha vuelto rutina. Y la impunidad, paisaje.

Pasar hoy por 9 de Julio es pasar por un pueblo que parece haber aprendido a convivir con el dolor. La vida sigue. Las puertas de los negocios se abren, los vecinos saludan en la plaza, los autos van y vienen. Todo funciona. Todo menos la Justicia.
Lo único que no se mueve porque grita sin moverse, es el mural en la plaza central. La imagen de Loan, con su carita inocente pintada sobre una pared, se ha convertido en el único testigo permanente de este hecho.
La historia oficial se cayó hace rato. Primero, intentaron instalar la idea de que Loan se perdió. Luego, que pudo haber sido un accidente. Más tarde, que lo raptaron. Mientras tanto, se perdieron horas clave, pruebas, registros. Se embarró la cancha desde el inicio. Se protegió a quienes no debían ser protegidos. Se sospechó de quienes nunca debieron estar bajo sospecha.

Se jugó con el dolor. Se manoseó a la familia. Se usó el caso como espectáculo mediático mientras detrás de cámara, desde los pasillos del poder, se operaba para tapar lo que realmente pasó.
La verdad sigue enterrada bajo una montaña de encubrimientos. Pero hay algo que no se puede tapar; Loan no volvió. Loan sigue sin aparecer. Y hay una madre, un padre, unos hermanos, y toda una comunidad que lo siguen esperando, porque Loan es hijo de 9 de Julio.
No se trata solo de un caso. Se trata de un espejo en el que se refleja lo peor del sistema; la inoperancia, la impunidad, la indiferencia.
Un niño desapareció y nadie pagó por eso. Un año después, seguimos sin saber dónde está. Un año después, seguimos haciéndonos las mismas preguntas. Y el mural sigue ahí, como recordándonos que el pueblo puede seguir funcionando, pero no debe dejar de exigir justicia.
Porque si eso pasa (si dejamos de exigir) entonces no solo perdimos a Loan. Perdimos también nuestra capacidad de luchar por los que no pueden hablar.






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