River volvió a tener un flojo partido y perdió con Godoy Cruz

Pierde. Puntos, ideas... Pierde. Pero sobre todo está perdido, River. Un equipo que aspira a pelear la Libertadores pero al que el último del campeonato le convierte dos goles con jugadas del mismo molde, más cercanos a un ejercicio de definición de entrenamiento matutino que a un rapto de inspiración. Y con una sencillez inexplicable.

River está perdido porque no sabe a qué juega, ni cómo, ni con quiénes. Y eso profundiza esa sensación de provisoriedad que lo viene distinguiendo. Y que en Mendoza quedó representada en los recurrentes cambios de dibujo: no es sencillo hablar de una idea cuando en el mismo partido se utilizan cuatro esquemas (tan) diferentes y hasta antagónicos, si no contradictorios.

Si para Demichelis el medio es una zona de mero tránsito, ¿por qué entonces reforzarla con dos creativos cuando se lesionó Colidio? Y si lo que más cuesta es que la pelota llegue al área, ¿cuál fue el objetivo de juntar a tres 9 más allá del recurso de necesidad y urgencia?

River está perdido porque ya ni siquiera le alcanza con la potencia goleadora de un angelado Miguel Borja para maquillar su falta de consistencia, ni con el ingenio adolescente de un desperdiciado Mastantuono. De hecho, el síntoma general es tan contagioso que afecta a los nuevos (Federico Gattoni falló en los dos goles de Godoy Cruz; Adam Bareiro no pesó cuando ingresó) y también a antiguas garantías. Como Franco Armani, quien cometió un impropio y grosero error en el 1-2 (no llegó a cortar el centro) y, aunque luego salvó dos como para mantener la esperanza de la épica, quedó marcado por la salida en falso. O como Paulo Díaz, este miércoles tan distraído como en el empate ante Lanús.

Godoy Cruz lo usufructuó: con un par de latigazos facturó y, luego, de contragolpe incluso pudo haber ampliado la diferencia, desnudando errores crónicos en el retroceso, propios de quien se enfoca en el arco ajeno por desesperación aunque sin un plan de acción meditado y ejercitado.

River está tan perdido que hasta protagoniza un impensado cambio de paradigma: hace un tiempo, nomás, nadie hubiera imaginado oir un reclamo de vigor -léase "huevo"- como el que los eufemísticamente neutrales le exigieron a sus jugadores a partir de los 30’ del segundo tiempo: si algo generaba identificación con la gente, era el apetito. Hasta eso quedó archivado, virtud que no se consigue en el mercado sino que se trabaja fronteras adentro.

Si después de la histórica derrota frente a Riestra surgieron interrogantes, el escenario de cara a los últimos cuatro meses de la temporada es todavía más indescifrable. Porque, aun cuando en la ventana de mercado lleguen revulsivos que compensen las necesidades, resulta improbable que se produzca una fugaz adaptación y una exponencial recuperación antes del 14 de agosto, fecha en la que, en Córdoba, Demichelis encarará los primeros 90 minutos de los 180 de una serie definitiva: la de octavos de final de la Libertadores ante Talleres.

El primer mata-mata de ese torneo, de hecho, se está transformando en una bomba de tiempo conforme los partidos que lo preceden van acumulando interrogantes alrededor de todos.

Está perdido, River. Porque no sabe quién es, ni siquiera de a ratos. Está al horno. O, mejor dicho, al spiedo mientras este anémico Godoy Cruz le celebró en su cara gracias a su Poggi.

Olé